El Papa Francisco intenta darle un espíritu renovador a la Iglesia. Son muchos los asuntos que deberá tratar esta asamblea y se espera que produzca cambios importantes.
El 4 de octubre comienza en el Vaticano la XVI Asamblea General del Sínodo de Obispos de todo el mundo, que se extenderá hasta el 29 de octubre, y lleva como título “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, es decir una Iglesia que “escucha, de encuentro y de diálogo, que debe ser humilde, saber pedir perdón y que tiene mucho que aprender”, según el documento preparatorio “Instrumentum laboris”.
Son muchos los temas que deberá tratar esta asamblea y que se espera produzca cambios importantes en la Iglesia. Por eso algunos lo han llamado “el Sínodo del Renacimiento” y otros hablan casi de una suerte de Concilio Vaticano III, en memoria del Concilio Vaticano II de la década del 1960, durante los papados de Juan XXIII y Paulo VI, que produjo grandes transformaciones en el catolicismo.
Entre los puntos candentes ahora están la posibilidad de que las mujeres sean diáconos y así poder bautizar y distribuir la comunión, y que los hombres casados puedan ser presbiterios (sacerdotes). Pero también se discutirá sobre otros temas interesantes como la difusión de la Iglesia a nivel digital y el contacto con los jóvenes a través de esos medios.
Dado los cambios que podrían producirse, un grupo de cinco cardenales conservadores liderados por el estadounidense Raymond Leo Burke (quien ocupó varios cargos en oficinas del Vaticano), enviaron en agosto pasado una carta al Papa para que no acepte cambios y ratifique la doctrina católica tradicional en relación a temas candentes como el rol de las mujeres en la Iglesia, el de los hombres casados y la actitud frente a la uniones homosexuales, que ya habían sido temas de discusión desde hace algunos años a causa de la apertura manifestada por Francisco.
El Sínodo
Este sínodo comenzó sus preparativos en 2021 a nivel de las iglesias locales y concluirá en 2024, probablemente con una nueva asamblea. La Asamblea General que se inicie este miércoles cuenta con 464 participantes, 363 de los cuales con derecho de voto (incluidos varios laicos). Las mujeres que participarán son más de 80 pero sólo 54 de ellas tienen derecho de votar.
De los participantes, 169 son obispos designados por las respectivas conferencias episcopales. Otros presentes son laicos (entre ellos un jesuita cercano a la comunidad Lgbt+ y un miembro de una Organización No Gubernamental (ONG) que socorre migrantes en el Mediterráneo), jefes de iglesias orientales católicas, jefes de dicasterios del Vaticano, cardenales y otras personas designadas directamente por el Papa como la teóloga española Cristina Inogés y la religiosa nicaragüense Xiskya Valladares.
Estarán presentes tres obispos designados por la Conferencia Episcopal Argentina: Oscar Vicente Ojea, obispos de San Isidro, Marcelo Daniel Colombo arzobispo de Mendoza, y Carlos Alfonso Azpiroz Costa, arzobispo de Bahía Blanca. También fue invitado el flamante cardenal creado por el Papa la semana pasada, y arzobispo de Córdoba, Angel Sixto Rossi.
El Sínodo en general es un foro de encuentro y de reflexión sobre los temas que se proponen y es solo consultivo. Tradicionalmente al final se vota un documento donde aparecen todas las sugerencias que se le hacen al Papa. Pero algunas versiones de la prensa dicen que este año podría no haber documento final, tal vez postergado al año que viene.
Existe, eso sí, un documento base para la discusión llamado en latín “Instrumentum laboris” (documento de trabajo) en donde están enumerados los temas por discutir y que son el resultado de las sesiones de escuchas, debates y encuentros realizadas en los distintos obispados.
El trabajo realizado en las distintas regiones, indicó el Instrumentum Laboris, pudo identificar las distintas situaciones “que tiñen de sangre nuestro planeta y exigen un renovado compromiso para la construcción de una paz justa”. Pero también “la amenaza que representa el cambio climático con la consiguiente prioridad del cuidado de la casa común”, el sistema económico “que produce explotación, desigualdad y ‘descarte’, la presión uniformadora del colonialismo cultural que aplasta a las minorías, la experiencia de sufrir persecución hasta el martirio, la emigración que vacía progresivamente las comunidades, amenazando su propia supervivencia”. En muchas regiones las Iglesias están “profundamente afectadas” por la “crisis de los abusos sexuales” pero también por las crisis “de poder y de conciencia, económicas e institucionales”. “Se trata de heridas abiertas, cuyas consecuencias aún no se han abordado plenamente. Además de pedir perdón a las víctimas del sufrimiento causado, la Iglesia debe unirse al creciente compromiso de conversión y reforma para evitar que situaciones similares se repitan en el futuro”, indicó la introducción del texto.
Las mujeres
Además de decenas de preguntas que se deberán responder sobre cada tema durante los debates del sínodo, una parte del texto está dedicado a las mujeres. “De manera sustancialmente unánime, a pesar de las diferentes perspectivas de cada continente, las Asambleas continentales piden que se preste atención a la experiencia, la condición y el papel de las mujeres”, indicó el documento. “Las mujeres desempeñan un papel importante en la transmisión de la fe, en las familias, en las parroquias, en la vida consagrada (…) ¿Cómo reconocer, apoyar, acompañar su aportación, ya considerable? ¿Cómo valorarla para aprender a ser una Iglesia cada vez más sinodal?”, se planteó el texto. Y añadió: “todas las Asambleas continentales piden que se aborde la cuestión de la participación de las mujeres en el gobierno, la toma de decisiones, la misión y los ministerios a todos los niveles de la Iglesia”.
Hay que recordar que el Papa Francisco, en sus diez años de pontificado comenzado en 2013, ha aumentado el número de mujeres que trabajan en el Vaticano, llegando a 1.165. En 2013 eran 846. Pero también aumentó el número de mujeres en cargos dirigentes del Vaticano. El primer nombramiento del cargo más alto jamás ocupado por una mujer fue el de la monja italiana Alessandra Smerilli como secretaria del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Y en 2022 la siguió, entre otras, la teóloga argentina Emilce Cuda nombrada secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina. No obstante esto, las mujeres ocupan menos del 5% de los cargos directivos de la Santa Sede.
El tema de las mujeres no sólo se refirió a los cargos dentro del Vaticano o de las iglesias nacionales y regionales, sino a la posibilidad del diaconado femenino, un punto que surgió sobre todo luego de los encuentros del Papa con indígenas de la Amazonía y a los que dedicó luego la exhortación apostólica “Querida Amazonia” de 2020. De los encuentros con los indígenas y las poblaciones locales surgió que los sacerdotes católicos tenían muchas dificultades para desplazarse entre las comunidades indígenas en medio de la selva y llevar los sacramentos, y que las mujeres indígenas podrían ayudarlos como diáconos.
También en este contexto aparece en el texto la posibilidad de conceder el cargo de presbítero a hombres casados. Y sobre estos dos puntos, diaconado femenino y presbiteriado a hombres casados, el Instrumentum Laboris se plantea numerosas preguntas que desatarán seguramente un interesante debate, como por ejemplo ¿Es posible, como proponen algunos continentes, abrir una reflexión sobre la posibilidad de revisar, al menos en algunas áreas, la disciplina sobre el acceso al presbiterado por parte de hombres casados?
Reforma de las instituciones
Las reforma de las estructuras y de las instituciones así como de los mecanismos de funcionamiento de la iglesia, será otro de los temas ardientes.
Se busca, dice el documento, “una mayor transparencia” sobre todo en los contextos más marcados “por la crisis de los abusos (sexuales, económicos, espirituales, psicológicos, institucionales, de conciencia, de poder, de jurisdicción)”.
“Parte del problema suele ser el tratamiento inadecuado de los casos de abusos, lo que pone en tela de juicio los mecanismos y procedimientos de funcionamiento de las estructuras e instituciones, así como la mentalidad de las personas que trabajan en ellas”, añadió el texto pidiendo profundizar todos estos puntos.
De hecho el modo en el cual se han afrontado casos de abusos sexuales de parte de algunas conferencias episcopales, ha sido motivo de grandes críticas contra la Iglesia. En muchos casos, por ejemplo, los abusadores eran cambiados de parroquia o de ciudad, lo que no hacía que terminara el problema. Y sobre esto el Papa Francisco ha sido muy claro, abriendo la posibilidad de que los acusados sean juzgados tanto por el Vaticano como por la justicia de cada país. Pero se espera que una nueva reglamentación en este sentido pueda ir todavía más lejos.